Y en el principio era el Om, la Palabra, el “Logos” del
vocablo griego que también
significa sonido, el que se produjo con la
primera vibración, igual que el grito que emitimos al iniciar nuestra vida
aérea, sonido y música que nos acompañará por siempre.
Básicamente todo lo que existe es pura vibración, ondas que
se transmiten en diferentes frecuencias.
Los componentes básicos de las cosas y de nosotros mismos, los átomos, adquieren “forma material” por la vertiginosa actividad de los electrones que no son sino ondas (“escalares”). Luz, colores, pensamientos, seres, cosas, dualidad partícula-onda.
Somos antenas para emitir y absorber ondas y el “montante” en nuestra vida dependerá de las vibraciones (informaciones) que permitamos o estemos preparados
para dejar entrar, y que determinarán la calidad de las frecuencias en que nos
moveremos (salud, pensamientos, conciencia, etc.).
Todos los seres y cosas emiten las llamadas “ondas de forma” (ODF), que afectan directamente al ordenamiento de nuestros electrones, a nuestra vibración, sin ser conscientes de ello.
Así, las OF de un
Buda sentado nos aportarán serenidad, las que emiten la famosa sonata K 448 de Mozart aumentará nuestra capacidad cerebral, mientras
que el Adagio de
Albinoni modulará las ondas del sueño haciéndonos dormir (como hacen en el hospital de La Paz en Madrid).
En la música, la melodía, el ritmo, las notas, las escalas, el “tempo”, la armonía,... “esculpen” las ondas musicales, pero es el “timbre”
quien da la
“forma” a la onda, su calidad, lo que permite, por ejemplo, distinguir un Stradivarius del que no lo es.
Al igual que en la voz humana, serán las “onda de forma” de los armónicos, del timbre, “eso” especial, los que nos permitirán distinguir la voz de una persona
de la de otra. Para el timbre no hay escala unidimensional
científica posible, un ejemplo más de que
lo especial en esta vida no se puede determinar tal y como gusta a una parte de
la ciencia.
Las “ondas de forma” nos hablan de la “intención” de la
vibración, son pura información y como decimos,
tienen un impacto directo sobre nosotros.
Así, una persona nos da “mala vibración”, tal canción nos hace vibrar, o compartimos y nos envolvemos en la
misma onda colectiva de una manifestación, un macro concierto, el pesimismo de
la crisis evolutiva actual, etc., y sin ser muy conscientes del mecanismo,
nuestro estado físico y psíquico es condicionado por esa onda emitida (cercano
ejemplo del mundial de fútbol).
Desde las culturas más antiguas, se ha utilizado este fenómeno con variados fines más edificantes que en el ejemplo anterior. El canon de belleza griego, la
construcción de templos, pirámides, música de culto, la estrecha relación entre
las matemáticas, la Proporción Aúrea y la música ( Las Salmodias Liber Usuales,
Pitágoras, Fibonacci, Beethoven, Mozart y
su particular “efecto”, etc..), la geometría sagrada,
etc.., son ejemplos de la búsqueda y el despertar en nosotros, de la belleza,
la perfección, el orden y la unificación del mundo físico
y espiritual.
El feng-sui es en este sentido, una de las más completas
sabidurías para rodearnos de lo más saludable.
Un mantra, el gregoriano, la meditación Zen, o los tambores
chamánicos nos hace viajar al alma o “interior”
más profundo (onda cerebral Zeta ), y la música de órgano o la propia voz de un oficiante religioso, inciensos, etc., nos introducen en la onda
cerebral Alfa (unos 10 herzios ), en donde la capacidad de
sugestión está aumentada por lo que dejamos entrar más fácilmente cualquier
estímulo que nos llega (sermones, imágenes, etc.).
Una vez más, la ciencia confirma lo ya sabido por la tradición, en este caso en neurocardiología, de la mano de Andrew Armour. El corazón
no es sólo una bomba muscular (sólo su 35 %
de fibras lo son), tiene memoria y comparte con el
cerebro las
cualidades de inteligencia dándole órdenes a través del
nervio vago. Otra faceta para añadir al concepto de inteligencia emocional.
La música de sus 144 impulsos sónicos diferentes (fonones),
guían nuestras decisiones y sentimientos más bondadosos. Confirmamos esto con frases: “tuve una corazonada”, “dilo
con el corazón en la
mano”, con simbologías, gestos (juramento), etc.
La música nos revive una situación, nos emociona y hace
llorar, bailar, nos cura o estresa, nos transporta, pero ante todo es lenguaje
universal y ondas que han de ser captadas con el corazón sin pasar por el tamiz
de los perjuicios. Como decía el músico Maurice Ravel, “la música
primero
ha de entrar emocionalmente”. Si escuchamos, expresamos
o actuamos de, o con el corazón, estaremos sintonizando y reflejando
nuestras mejores y necesarias frecuencias.
Xabier
Larrea Zabalegi
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