7 jun 2012

Como transformador de la filosofía


Partiendo de la diferencia establecida por Ortega y Gasset entre "ideas" y "creencias" (2), pensamos que hay en Martí dos "creencias" fundamentales que, por regir toda su actividad intelectual y político-práctica, son también decisivas para explicar tanto su actitud frente a la filosofía en su forma tradicional como su quehacer propio en este campo específico. Nos referimos, por un lado, a la "creencia" rectora de que el hombre que se quiere humano, tiene que echar su suerte con los pobres o hacer causa común con los oprimidos (OC 16, 67); y, por otro lado, a la no menos fuerte "creencia" de que sin el desarrollo pleno y libre de lo particular-diverso no se podrá alcanzar jamás una universalidad digna de este nombre (3).
Estas dos opciones son, a nuestro modo de ver, determinantes para entender porqué Martí entabla con la filosofía heredada una relación cuyo centro no se encuentra en el mero interés erudito de aprender y enseñar lo que han pensado las diversas escuelas filosóficas, sino que tiene su centro más bien en un examen crítico orientado precisamente a esclarecer cómo la filosofía en su historia se hace cargo de la vida y de la historia humana. En su relación con la filosofía a Martí le interesa menos la historia de la filosofía porque más le interesa saber la función de la filosofía en la historia; y, de modo especial, saber si es filosofía capaz de aportar a los procesos de cambios históricos a favor de "los pobres de la tierra" y de las diversidades oprimidas.
De aquí que interpretamos esa relación de Martí con la filosofía tradicional como una relación interesada por cambiar, por transformar la filosofía misma. Pero insistimos en que, precisamente por estar motivada por esa doble opción "ideológica" de Martí, su relación transformadora con la filosofía se expresa en un primer momento, como se acaba de ver, en una revisión de vínculo entre filosofía e historia. Quiere decir que Martí, desde sus opciones o "creencias" –que bien pueden ser calificadas de "prefilosóficas"–, se interesa por un tipo de filosofía cuyo saber o momento de reflexión teórica no sea una realidad aparte, un mundo otro, un mundo teórico, abstracto y separado de la vida real, sino que refleje en su mismo proceso constitutivo la cualidad histórica de ser saber de la historia humana; saber incorporado a la dinámica general del movimiento de transformación histórico-social. Prefiere Martí, para decirlo en otros términos, un tipo de filosofía que sea capaz de intervenir en el proceso real de las sociedades y culturas; y por eso revisa la historia de la filosofía al filo de un criterio –su propio o preferido modelo de filosofía– que le lleva a preguntar por la relación de las filosofías con la historia. Más aún, desde ese criterio, Martí enfoca su relación con la filosofía tradicional como una relación de discernimiento porque en ella se distinguirá entre la filosofía que reproduce su propia historia y pierde así el contacto con la historia de la humanidad; y la filosofía que se cumple como ciencia que trata de ver "por dónde va la vida humana" y "cómo se influye en ella" (OC 13, 193).
Interesado en una filosofía que piense la realidad y actúe o influya sobre ella, Martí condena, por superflua, la filosofía de los "catedráticos momias" (OC 13, 193); y aboga por una filosofía que tenga la historia real como uno de sus pilares fundamentales (OC 13, 75). La primera sería la filosofía de los eruditos, de los que reproducen lo pensado; pero que pierden el ritmo de la vida y se ponen al margen de los tiempos en que viven. La segunda es la filosofía que para Martí merece el nombre de filosofía: la filosofía de los que crean, de los que inventan soluciones a los problemas que les plantea la historia. Y Martí apuesta por ésta última porque es la filosofía que, sabiendo que "reproducir no es crear" y que "crear es el deber del hombre" (OC 11, 370), se pone en condiciones de marchar al mismo paso que la historia humana y de poder así contribuir a que el curso de la misma historia tome un rumbo ante el cual se pueda exclamar: "¡Cómo crecen las ideas en la tierra!" (OC 13, 90).
En un segundo momento, y ya a un nivel más concreto que éste anterior donde se trataba de presentar la vinculación entre filosofía e historia en un sentido general, la relación transformadora que entretiene Martí con la filosofía tradicional se manifiesta, además, en que el pensador cubano insiste en la necesidad de que la filosofía –como consecuencia de su primer postulado, naturalmente– sea una práctica teórica cuyo ejercicio quede finalizado por el programa histórico del "romper las jaulas a todas las aves" (OC 13, 163).
La filosofía debe así, según Martí, ser transformada en un momento de la dialéctica histórica de la liberación del hombre y de la naturaleza. De donde se sigue una consecuencia doble. Pues, por una parte, la filosofía debe romper la jaula de su propia tradición. Esto es, debe ejercerse como crítica de sí misma y liberarse de todo aquello que en su propia historia ha ido impidiéndole el ejercicio de su función histórica liberadora. Por eso entendía Martí la historia de la filosofía no en el sentido de la mera exposición, sino más bien como discusión abierta del camino recorrido y de lo alcanzado en él: "Historia de la Filosofía es pues el examen crítico del origen, estados distintos y estados transitorios que ha tenido, por que ha llegado la Filosofía a su estado actual" (OC 19, 365). Para poder cumplir su función de aportar a la liberación del hombre y de la naturaleza debe, por tanto, la filosofía cumplir esta tarea previa de liberación de sí misma.
Pero, por otra parte, está también, lógica y fundamentalmente, el aporte específico de la filosofía a la liberación histórica. Y esto reclama la transformación de la filosofía en una filosofía que se articule explícitamente como filosofía resolutiva; filosofía cuyo curso teórico-reflexivo está sujeto o, si se prefiere, orientado y finalizado por el principio de que "conocer es resolver" (OC 6, 18). Martí, para quien –conviene recordarlo– el positivismo "es un método permanente en la historia del hombre" (OC 19, 368) –es con esta exigencia de transformación de la filosofía en un sentido resolutivo uno de los primeros intelectuales americanos que procura poner en práctica aquella "filosofía positiva" que el argentino Juan Bautista Alberdi venía reclamando para nuestros países desde 1842 (4).
Entre Alberdi y Martí –sea permitido intercalar aquí esta aclaración– hay sin embargo una diferencia decisiva. Es cierto que ambos persiguen una filosofía "práctica" que ayude a resolver problemas históricos concretos; pero no es menos cierto que ambos difieren diametralmente en lo relativo a lo que podríamos llamar los "recursos" o el método de dicha filosofía, porque mientras Alberdi apuesta por un método de aplicación de las ideas europeas en América Latina, Martí prefiere el método de la creación, de la invención de soluciones propias ante problemas que son también propios.
Relacionado con esta problemática de la divergencia entre Alberdi y Martí está el tercer, y último, momento que queremos resaltar aquí en la labor martiana de transformación de la filosofía. Pues entendemos que Martí, siempre desde el criterio que le proporcionan las opciones aludidas, transforma la filosofía también en el sentido de que la historificación que él hace de la misma, implica como una de sus consecuencias esenciales la contextualización del pensamiento.
Para Martí entonces no hay una filosofía, sino que lo que hay, y debe haber, son filosofías contextuales; filosofías creadas en tiempos y contextos determinados. Y de ahí se desprende precisamente la transformación que él opera en la filosofía a este tercer nivel, proponiendo la creación de una filosofía "nuestra-americana" que sería justo la filosofía nacida de la ocupación con la historia y el contexto de Nuestra América. Filósofo representante de esta filosofía "nuestra-americana" no sería, por consiguiente, tanto el autor de graves y agudos tratados sobre temas de abstracta especulación, como –Martí lo afirma del escritor– "aquel que refleje en sí las condiciones múltiples y confusas de esta época ..." (OC 21, 163).
Por su contacto con la filosofía tradicional, por su juicio sobre la filosofía académica y erudita, pero sobre todo por su clarividente análisis de las necesidades de los países americanos, Martí sabe que la filosofía en América debe tomar otro rumbo: el rumbo que le imponen las urgencias históricas de pueblos que están todavía buscando su organización de la libertad y la justicia. Y si pudo dictaminar sobre la literatura de su tiempo lo siguiente: "La literatura de nuestros tiempos es ineficaz, porque no es la expresión de nuestros tiempos ... Hay que llevar sangre nueva a la Literatura" (OC 8, 222); pensamos que lo mismo hubiese podido decir de la filosofía. Y de hecho lo dijo con su ejemplo, con su modo de hacer filosofía, con su transformación práctica de la reflexión filosófica al hacer parte esencial del "oficio" del filósofo el hacerse cargo de su momento histórico y de su contexto.
Resumiendo podemos decir que Martí es transformador de la filosofía porque, superando la concepción que sugiere que se hace filosofía en la medida en que se continua la tradición de alguna escuela, rompe con la necesidad de la continuación de las escuelas filosóficas, para proceder al contraste de las mismas con la realidad histórica correspondiente. Más aún: Martí ejercita su "independencia racional" (OC 8, 222) frente a la tradición filosófica criticándola allí donde sus conceptos y escuelas se han convertido en "jaulas" que impiden el desarrollo creador del espíritu del análisis crítico de la realidad. De esta suerte Martí transforma la filosofía porque reabre su tradición a posibilidades nuevas (u oprimidas en su curso oficial), esto es, injerta en la filosofía semillas que pueden dar como frutos nuevas tradiciones en filosofía. Y acaso sea Martí, en última instancia, transformador de la filosofía porque su obra contiene un nuevo comienzo para la filosofía. Pero pasemos ahora a nuestro segundo punto, cuya presentación ayudará, sin duda, a aclarar esta imagen de Martí como transformador de la filosofía.

Notas
(2) Cfr. José Ortega y Gasset, Ideas y Creencias, en: Obras Completas, tomo 5, Madrid 1983.
(3) Entre los muchos textos que se podrían aducir aquí baste ahora mencionar: "Nuestra América"; "El hombre antiguo de América y sus artes primitivas", en: Obras Completas 8, 385; "Novedades de Nueva York", en: Obras Completas 11, 164; y "Cuadernos de Apuntes", en: Obras Completas 21, 55.
(4) Cfr. Juan Bautista Alberdi, Ideas para un curso de filosofía contemporánea, México 1979.
Raúl Fornet-Betancourt
Aachen, Alemania
© José Luis Gómez-Martínez